"Tal vez el Edén, como lo quieren por ahí, sea la proyección mitopoyética de los buenos ratos fetales que perviven en el inconsciente. " Así habló Cortázar.

12 febrero 2011

La plaza de la virgen blanca.

Soñé que era lunes y yo estaba en una ciudad que es capital de provincia, era invierno, sin embargo el sol calentaba con fuerza la plaza y los ventanales del café Dublin, los cristales y el cemento recibían el sol con extrañeza ya que en esta capital de provincia, en estas fechas y en todas las fechas, lo que se recibe es frio, la sombra de las nubes constantes, lluvia copiosa e incluso nieve. Pero era lunes y rugía el sol.
El sueño era tremendamente surrealista porque me invadía la inspiración por cada poro y en cada movimiento humano, o de los otros, encontraba las palabras que mejor le quedaban a eso que yo observaba. Mi observación era tan profunda y sensible que no era una mera observación, cada fenómeno experimentado por todo lo que me rodeaba lo captaba como una vivencia en mi propio cuerpo. El café Dublin ocupaba un extremo de la Plaza de la virgen blanca, yo busqué una mesa en la mejor ventana y recordé los relatos de Carles (amigo mío que acostumbra contar historias de sus viajes) y la aparición que éste presenció de una diosa colombiana de nombre Carol en distintas ciudades del sur de España.
Mientras pensaba en la diosa colombiana se presentó ante mí un espectro, era una virgen, una virgen morena. La virgen se sentaba en un taburete en la parte exterior del café Dublin, justo enfrente de mí. La virgen negra me miraba y nos separaba un cristal del que sólo dábamos cuenta por los pelos y bacterias que el sol remarcaba. La virgen estaba desnuda, su figura era sutil, hermosa, y carecia de pezones. Su rostro era indefinido, intercambiable, fugitivo. Yo le ponía el rostro de Carol, un rostro que desconozco pero que fui formando en mis fantasías a base de presagios y elucubraciones infundadas, fui creando la imagen de Carol basándome en el mito y nada mas que en el mito, transformando en facciones las palabras de aquellos que alguna vez vieron a Carol, o que dicen haberla visto. Ese rostro le puse a la virgen morena. De modo que un fantasma moreno, hermoso y sin pezones, con la cara imaginaria de Carol me miraba y me inducía a mirar hacia el centro de la plaza. La virgen Carol no hablaba, de haberlo hecho no lo habría escuchado ya que el cristal era de doble capa debido a lo inclemente del clima en la capital de provincia. Se dirigía a mí con gestos que yo entendía a la perfección. Entonces guiaba mi mirada hacia el centro de la plaza donde había un momumento enorme de forma piramidal. En la cumbre de la pirámide un ángel hostil sostenía un pequeño tronco fino que apuntaba hacia el cielo, que bien podia ser una varita magica o un pararrayo. El ángel se posaba sobre la espalda de un hombre, éste estaba sentado con las piernas cruzadas y parecía resignado a soportar el peso del ángel eternamente. En el centro de la pirámide había una carreta tirada por dos caballos enroscada en el monumento, destartalada, las ruedas apuntaban hacia el café Dublin donde la virgen Carol, aún desnuda, me miraba de a ratos con desdén, de a ratos con presunta alegria. Los caballos rodeaban la pirámide uno por cada lado, los jinetes parecian estar intentando mantener el equilibrio montados en los nerviosos animales, sobre la carreta un hombre sostenia un cañon y su rostro parecia anticipar el inminente disparo. La parte inferior del monumento estaba cubierta de comerciantes o esclavos, era dificil determinarlo, los que parecían comerciantes marchaban hacia un lado, como transitando una ruta aspera, mientras que los esclavos reptaban en sentido opuesto, probablemente encadenados, aunque no se veian cadenas. El monumento estaba bordeado por un banco circular de madera de los que pueden encontrarse en cualquier plaza, no sólo en las plazas de las capitales de provincia.

Luego de hacer un pantallazo completo al monumento inducido por la virgen Carol, ésta me sonrió y me preguntó (en silencio) qué me parecía. Yo, mimetizado con su mudez, le contesté también de ese modo que me habia parecido muy bien, que me habia gustado, pero que no habia encontrado nada maravilloso en mi observación, nada fuera de lo normal. Fue entonces cuando la virgen Carol pareció ofenderse por la falta de lucidez de mi mirar, extendió sus brazos como un ave que emprende vuelo, su cuerpo, sus manos y su cabeza se agigantaron y pareció rugir, o ladrar, en cualquier caso vomitó un sonido estridente que estremeció a todos los presentes en el café Dublin, todos miraron hacia mí indignados preguntándose de dónde o de qué venia ese ruido, sólo encontraron mi rostro asustado ya que los cristales también se habían estremecido con el rugir de Carol, y aunque eran de doble capa temí que se vinieran abajo. Pero Carol ya había vuelto a su tamaño normal, el tamaño que normalmente tienen los fantasmas de virgenes morenas, desnudas, sin pezones y con el rostro imaginario de una diosa colombiana. En todo caso lo que volvió a la normalidad fue la expresión de Carol que parecía darme otra oportunidad antes de partirme en dos con un rayo o algo peor. Otra vez me indujo a mirar en el monumento, pero esta vez me indicó (siempre sin palabras) que mirara dentro, que observara debajo de la pirámide, dentro del cemento que recubría ese banco de madera. Y así me vi introduciéndome en el monumento, me vi recorriendo un tunel vertical, un pozo antiguo y profundo, iba guiado por Carol que me contó que ese pozo era lo más primitivo que tenía esa ciudad capital de provincia, que era lo primero que se habia hecho, que guardaba en secreto decenas de cuerpos que en distintos tiempos habían ameritado (o no) sucumbir a su profundidad. Sobre la profundidad del pozo le pregunté a Carol y ella me respondió de inmediato, pero yo no entendí si tenia cien metros o si tenia mil, es mas dificil de lo que se cree conversar con una virgen que carece de pezones y del don de hablar. Lo cierto es que era muy profundo, se podía ver sólo unos metros desde donde yo estaba, recuerdo escupir y esperar durante segundos la caída de mi saliva pero tuve la sensación de que ésta se habia transformado en otra cosa antes de llegar al fondo.
De repente Carol chasqueó sus dedos y me miró fijamente, yo estaba otra vez en la ventana del café Dublin y ella ya no era más una virgen desnuda, ya no era morena y probablemente ahora tenía pezones, pero eso no lo sé porque la mujer que ahora estaba en el taburete en el que antes habia estado la virgen Carol estaba vestida, bebía un txacolí y lucia atuendos típicos de esta provincia. La mujer me dijo a través de la ventana que se llamaba Itziar, elevo su brazo izquierdo hasta ponerlo en un ángulo de noventa grados con respecto al torso, de su muñeca colgaba un pequeño tambor, con esa misma mano sostenía una flauta y con la otra agarraba un palillo, similar al del ángel hostil, con el que sacudía el tambor a la vez que soplaba la flauta, se escuchó una melodía sórdida, breve, y desapareció.

Yo desperté y de inmediato salté a la calle. Efectivamente estaba en una ciudad capital de provincia, me acerqué hasta la plaza principal y observé el cartel que rezaba "Plaza de la virgen blanca", encontré en un extremo de la plaza el café Dublin, me senté junto a una ventana y me pusé a observar un monumento en forma de pirámide que se erige en el centro de la plaza. Intenté escribir, recordé que debía hacer un relato con una descripción desde una ventana para el taller que empecé en la biblioteca de Poble Sec, pero, como comunmente me sucede, una hoja de Word insultántemente blanca y en blanco me miró recriminándome y en tono burlón me dijo que ni en sueños, ni ante la aparicion de una virgen hermosa podría escribir.