"Tal vez el Edén, como lo quieren por ahí, sea la proyección mitopoyética de los buenos ratos fetales que perviven en el inconsciente. " Así habló Cortázar.

13 diciembre 2010

La ocasión, 20 de diciembre de 2001.


¿Que hacés Jule?
- ¿Cómo anda caballero? – Jule estrechó la mano de Boti y le hizo espacio, sin levantarse, en el tronco en el que fumaba sentado – Ocupe el lugar que le pertenece.
- Hoy más que nunca deberías tener un teléfono celular, las cosas están revueltas, no me gusta venirme para el tronco si no sé si estarán o no.
- Justamente, las cosas están jodidas, hay toque de queda, en quince minutos deberíamos estar cada uno en su casa, no me gusta la idea de estar informando a través de esos aparatos, esos elementos de control del Estado, sobre nuestra ubicación y movimientos. Además tengo teléfono fijo –. Jule ya había colocado el tablero intacto desde la vez anterior, lo puso en el cordón de la vereda, entre ambos, e hizo avanzar uno de sus alfiles amenazando al único caballo en juego de Boti. - Su turno maestro-.
Hamacó Boti su cabeza un par de veces y sonrió irónico.
- Si, sería bueno que tu hermana dejara el teléfono en algún momento. ¿Tu familia tiene algún convenio con Telefónica? Comunicarse con tu casa es muy difícil... -. Replicó Boti mientras ponía a salvo su caballo. – Lo llamo a Juan para avisarle que estamos acá, ¿ok? Aún corriendo el riesgo de ser identificado por algún comando especial del pentágono…
- Hoy su discurso está especialmente poblado de sarcasmo, me entusiasma. Jaque a la reinita.
- Si, disculpá. Es que el clima que se respiraba en el viaje desde el centro hasta acá me irritó, me puso a la defensiva. Juan, ¿qué hacés? Estamos en el tronco, ¿venís? Dale, chau.
Asique Jaque... Me distraés con tus paranoias de elementos de control del Estado, y me atacás, en dos minutos, más que en las dos semanas que llevamos con esta partida... ¿Cómo es esa frase? La situación... Ya me voy a acordar -. Boti resolvió la amenaza contraatacando con la Reina y siguió contando.
- Veníamos en el auto con Martín desde el centro, tremendo, un ambiente... Se cortaba con un alicate de esos chinos, truchos, del todo por dos pesos... ¿Viste cuando vas caminando por la estación de Liniers, que parece que te la van a poner en cualquier momento...? Puta, como era esa frase... Bueno, así. Pero distinto. Todas las caras que te cruzabas tenían la expresión desencajada, de desconcierto, hacía un calor fulero pero nadie venía apagado, todos alerta, como a punto de explotar...
- Si, acá los pibes salieron a la calle también, empezaron a desfilar, venían de la villa del Trote... Algunos entraban a los almacenes, de a puñados, y se llevaban comida... Al viejo de Brandsen, al alemán, le vaciaron el local, no le dejaron ni una tele en la vidriera. Esta noche sale guiso de televisores ¿no?
- Y si, la situación... La puta frase... La tengo bailando en la punta de la lengua. Está la frase ahí, se me caga de risa en la cara... Dame un mate, ¿está activado? A ver si con un verde enjuago la frase y sale...

Jule le pasó un mate y le siguió pintando el panorama de esa tarde en el barrio. Por la esquina asomó Juan, saludó y se acomodó en el cordón. Mientras los otros jugaban ajedrez, Juan se hacía cargo del mate y los ponía al corriente.
- Che, me comí a Laurita al final. ¿Se acuerdan de la morocha, la peluquera?
- ¿No tenía novio esa?- Preguntó Jule, pero se lo preguntaban los dos.
- Si, lo conozco además, pero ella me dijo que se habían tomado un tiempito, que yo qué sé... ¡Adentro!
Boti lo escuchaba pero miraba el aire y pensaba.- ¿Cómo era esa frase..., te suena a vos Juan? La situación... se usa para decir... - Y no avanzaba en lo que quería decir.
Juan interrumpió sonriendo. - ¿Están fumados ya? Che, ¿tu hermana no labura en el Galicia? ¿La agarró el quilombo? Y le pasó un mate a Boti, parecía darle un micrófono para que contestara su pregunta.
- No. Sí, labura en el banco, pero está de vacaciones. Mi vieja es un fenómeno. Te lo digo porque es mi mamá, y porque como ya lo vivió, y no puede olvidarse, lo huele en el aire. Hace un mes y pico me dijo: "Si tenés algo de plata en el banco, por poca que sea, sacala. Y cuando cobrés, sacá la guita enseguida". Y a mi hermana le dijo que le pidiera al banco el mes y medio de vacaciones que le debían. 
Jule se levantó y le pidió a ambos que lo miraran, abrió los brazos y dijo solemnemente.
-
 "Que en cualquier momento se pudre todo chicos", así la veo a su señora madre vaticinando en la punta de la mesa en cada cena, hace dos meses...

- Que ratas hijos de puta los banqueros ¿no? -. Insistía Boti. - Canallas... Mi vieja dice que esto siempre funcionó así, la vieja sabe, hay un hijo de puta que les facilita la entrada al paraíso, ellos vienen, chupan todo lo que pueden y cuando la cosa no da para más, se piran con la guita y te dejan en pelotas... ¿Cómo es esa frase del orto...? Me voy a acordar cuando esté solo, eso también funciona así...
- Los banqueros están igual de podridos que los policías, - asentía Juan chupando mate. - hoy veía en la tele la cara de los Ratis, detrás de las vallas, esperando su oportunidad para reprimir, se relamían, como el goleador que espera el centro exacto para mandarla a guardar...
- ¡Eso! - Gritó Boti - La oportunidad... ¿cómo era la frase? Che, tírenme un cable que este asuntito me está volviendo loco... - Sin embargo avanzaba en el juego, le había comido una torre a Jule en el movimiento anterior y ahora definía con la reina. - Tomá mate, Jaque mate.
- Son razas putas, banqueros, polis. - Sentenciaba Jule, aparentando desentenderse del conflicto del recuerdo en la punta de la lengua de Boti y del ajedrez. - Igual que los políticos, el títere de presi que tenemos se va a rajar por el primer tirante que encuentre... Pero como no se consiga un auto blindado, o un Panzer, lo va a tener complicado pa salir... Mirá que turro este Boti... Nos hizo la actuación de la frasecita que no sale y me liquidó el juego...

La noche en el tronco transcurrió muy parecida a muchas otras, de haberse visto la escena sin sonido se hubiera jurado que el contexto no había afectado la rutina de mates y charla en la vereda de la casa de Jule. Marcharon cada uno a su respectiva casa, Boti se despidió escarbando todavía en sus recuerdos, buscando, sin encontrar, la frase en su mente y en su lengua. Jule minimizó. - Ya verá que era una boludez, siempre eso que no recordamos termina siendo una boludez -.

De madrugada sonó el celular de Boti, éste contestó con aire de preocupación.
- Soy Jule, le pedí a mi hermana que me dejara usar el teléfono porque se me vino la frase a la mente. - A Boti en ese momento se le iluminó la cara y ambos tiraron al unísono.
- ¡La ocasión hace al ladrón!
- La puta madre - Soltó Boti. - Como me boludeó una frase todo el día... Y al final era una boludez, tenías razón... ¿Pero a qué se la quería aplicar? ¿Qué ocasión hacía a qué ladrón?
- No sé - Contestó Jule. - A los saqueadores de teles, a cualquiera de las razas putas, a Juan y su affaire con la peluquera, a los chorros de la estación Liniers, al goleador que espera el centro exacto, a usted mismo y su ataque camuflado en el ajedrez... No sé... Amigo, lo dejo, que mi hermana tiene que usar el teléfono, que descanse.

Boti se quedó unos instantes contemplando las teclas del teléfono, escuchando un silencio extrañamente frío para el caluroso diciembre que transcurría, y después cortó.

10 diciembre 2010

De sueños reales y de sueños del linde...

Hablaré, a partir de aquí, de sueños "reales" y de sueños "del linde". Hablaré así porque no sabría de qué otra manera llamar a uno y otro, y necesito distinguirlos nominalmente en este relato.
No logro recordar mis sueños reales, ninguna de esas producciones complejas poli sensoriales que realiza nuestro cerebro cuando estamos en lo profundo del dormir. Miento, recuerdo sólo un sueño real mío, que además fue recurrente: - Estoy buceando en lo profundo de una piscina olímpica, se está bien, pero cuando quiero emerger, un techo de cemento que cubre justo a partir de la superficie del agua me lo impide. Comienzo a buscar desesperado una salida, un borde o una ventana pero no encuentro nada de eso. El sueño termina cuando estoy a punto de ahogarme, me despierto sudado por completo y si estoy compartiendo la cama con alguien es probable que le propine un codazo en los dientes o en alguna zona peor, en un movimiento reflejo dueño de la desesperación arrastrada desde el sueño -.
Pero hay sueños que sí recuerdo, que los genero probablemente despierto. En un estado que, creo, mi amigo Kiles ha descrito certero recientemente: Bordeando los lindes, pisando los bordes barrosos del hondo pozo del sueño. De esos recuerdo algunos.
De las muchas diferencias que deben existir entre un tipo de sueño y otro, si existiera tal diferenciación, la que se me aparece como más importante (o tal vez la única que mi ignorancia me permite identificar) es la que tiene que ver con aquello que origina al sueño en sí: el sueño del linde tiene origen en el deseo; el sueño real se origina por actos inconscientes que nutren al sueño (entre otras cosas) de originalidad. Son esos lo que me gustaría recordar, los que no están contaminados (o que están menos contaminados) por mi deseo consciente y que suelen ser, por tanto, más extravagantes y entretenidos que ahogarse en una piscina olímpica mal techada.

Conocí a Adrián hace un tiempo y fuimos formando una amistad, por eso lo llamo Adri. Esa amistad no se basa en lo que voy a contar, nuestra amistad tiene que ver con cosas más importantes, pero fue la relación de Adri con sus sueños y sus sueños en sí, lo que me llamó la atención. Por un lado él recuerda casi todos sus sueños reales; por otro lado es Adri el más prolífico creador de sueños reales nacido en el barrio de Floresta en el siglo XX, por lo menos.
Dos creaciones de Adri:

- Terminator: Estoy con mi hermano Dani en una clínica de Buenos Aires, en la entrada del edificio, no sé qué hacemos ahí. Se aproxima Terminator (vestido fielmente de Terminator), aparenta estar enojado. Cuando cruza delante de nosotros Dani lo para y le dice: ¡¿Que hacés Terminator!? (Como si se conocieran de toda la vida). Él responde que viene a cumplir una misión, que tiene que exterminar a alguien, por lo menos a uno se va a cargar. Dani intenta convencerlo para que no mate a nadie: No, pará, relajate Terminator, venite conmigo a Portugal, que tengo una casa ahí (Dany no tiene propiedades en Portugal, de hecho no conoce ese país). Terminator hace oídos sordos y, como buena máquina programada que es, sigue su camino. Nosotros salimos de la clínica y trepamos a un árbol que hay enfrente, desde entre las ramas vemos el edificio iluminado y no hay nada más. El universo es un edificio que es una clínica médica y nada más alrededor, sólo nosotros y el árbol que nos sostiene. Afinamos vista y oído esperando percibir algún indicio del cumplimiento de la misión de Terminator y la clínica estalla en una explosión que esfuma todo, también le pone fin al sueño -.

- Ever Last: Soy el campeón del mundo de los pesos pesados, me llamo Ever Last y defiendo el título. Intentaré mantener la corona (o cinturón) que me reconoce como al mejor boxeador, esta noche, en Munich. Entro al ring por un pasillo oscuro, rodeado de sombras de rostros y cuerpos que arengan, me siento en una peli, me siento Rocky, pero mejor, porque el público está conmigo, porque soy Ever Last. Siento la adrenalina y la emoción propias de una noche importante para un pugilista. Me acomodo en mi rincón, me descapucho y espero de espaldas, mirando al público (observando sombras excitadas), aguardo a mi contrincante confiado y concentrado. El murmullo y los silbidos de los espectadores me indican que está todo listo para que empiece el combate. Giro lentamente ensayando mi mejor cara de tipo duro y la veo a ella ¡Mi rival es una mujer! No puedo definir sus rasgos, sólo sé que es una mujer y eso me desconcierta primero y me angustia después, pienso: ¿Qué hago? ¿Le pego, o sólo me defiendo hasta cansarla…? No sé qué hacer y ella se aproxima y me encierra en mi rincón. Lo único que veo es un rostro de mujer indescifrable que se va agigantando hasta cubrirlo todo, y lo cubre todo -.

Hace algunas semanas viajé a Madrid para visitarlo a Adri, le propuse pasar unos días allí, vamos, me autoinvité. Él aceptó y me dijo que una de las habitaciones de su piso estaba libre, que me podría quedar el tiempo que quisiera. Durante el viaje en autobús de ocho horas sólo pude pensar en dos cosas: en cómo colocar las piernas durante el viaje sin morir asfixiado por ellas (la gente que se dedica en España a diseñar autobuses de larga distancia tiene una idea del espacio extrañísima); y de qué manera encararía a Adri para pedirle lo que necesitaba. Lo que necesitaba era tener un sueño real, extraño, entretenido y sorpresivo, y además recordarlo. Y yo, en lugar de acudir a algún brujo, curandero o chamán de renombre, pensaba pedirle ayuda a mi amigo. Pero no sabía cómo decírselo; me sentía avergonzado e imbécil, y además estaba convencido de poder soñar bien, como el gran Morfeo manda, si dormía bajo el mismo techo que Adri.
Llegué a casa de Adri, me dijo que acababa de despertarse, dejé mi mochila y bajamos a desayunar a un bar cercano. Entre café y pantumaca me contó su última producción, me admitió que cuando toqué el timbre de su casa lo desperté justo cuando huía de su vecina de la calle Rio Colorado en Floresta, escapaba en un Renault 12 blanco, con un tupper con pesto en la mano, dejó el coche en una calle sin salida y continuaba su huída (no sabía por qué se escapaba, ni por qué protegía esa porción de pesto como si fuese un tesoro) a pie y trepaba una pared que al parecer daba a un terreno baldío.
Me excuse por interrumpir su sueño y celebre en silencio su capacidad creativa, pero no me animé a confesarle mi solicitud. Llegó la noche, yo había juntado coraje durante todo el día y mientras él preparaba mi habitación, lleno de dudas se lo dije sin más.
Adri se rió, se cagó de risa unos segundos, pero como yo permanecía serio entendió que no estaba bromeando. Entonces encendió un cigarrillo y me dijo con la misma seriedad que yo le ponía al asunto.
- Mirá, te aclaro que a mí todo esto me parece una boludez enorme, pero si vos realmente pensás que durmiendo conmigo mejorarán tus sueños, podemos dormir en la misma cama, tus pies para un lado, los míos para el otro ¿ok? - Y volvió a cagarse de risa.
La vergüenza todavía dominaba todos mis gestos, sin embargo acepté y esa noche dormí en la misma cama que Adri.

Soñé un sueño real. Y horas después lo recordaba, pero sólo había durado unos segundos, fue una secuencia muy pequeña de un sueño real: - Trepaba una pared muy grande con un tupper de contenido verde en la mano, cuando quise pasar al otro lado mis piernas se enredaron y caí directo al cemento dando de lleno con mis dientes, y me desperté por el golpe-.
Me incorporé rápidamente y me llevé una mano a la boca, la sangre brotaba de mis encías, de entre los dientes. A un costado estaba Adri, con la cara desencajada y con la marca de mis dientes en su codo izquierdo.
Se disculpó reiteradas veces mientras iba a buscar el botiquín para mí, y respirando aún con dificultad me contó su sueño en tiempo presente: - Estoy buceando en lo profundo de una piscina olímpica, se está bien, pero cuando quiero emerger,... -

06 diciembre 2010

Música macabra

El sol insolente me sopla la nuca incansable mientras bajo por Jaume I, impulsado sólo por la inercia y la amable inclinación del pavimento a mi favor. Otro día empieza para todos cuando para mí termina. Y esta vez, para mi desgano que crece, más influyente es seguir gastando horas de mi vida en tareas desagradables, que hacerlo en horas nocturnas. Me escabullo entre gentes de gestos ininteligibles pensando en que no quiero otra vez tomarme ese té barato en mi ventana mirando la nada, reforzando las ideas de mi tristeza. Huyo de esa rutina, me escapo hacia la plaza Felipe Neri ¿Acaso para que las huellas de los lejanos fusilamientos empaticen con mi alma? Allí rodeo la fuente, de las cuatro personas que la ocupan un viejo que lee un periódico plegado se me ocurre el más simpático potencial compañero de asiento. Antes de sentarme cavilo, pienso en su bigote que se me antoja de pasado fascista, pero vuelvo a revisar al resto de los presentes y el viejo continúa siendo el mejor candidato. Mi duda hace que el hombre ponga su atención en mí. Me dejo caer junto a él y lo saludo sin palabras, bajando la cabeza levemente, con media sonrisa. Armo un cigarro y dirijo mi mirada en sentido opuesto al viejo esquivando lo que considero una intención de iniciar una charla. Miro al vacío indiferente y el viejo desiste. Vuelvo a mi amargura y me aferro a ella. En estos días mi disconformidad con mi presente, con mi trabajo, con mi realidad, me ataca tan crudamente que se está cargando mi buena nostalgia. Carcome en mis buenos recuerdos, mi recurso último para abstraerme de la pesadumbre constante. Me dispongo a enhebrar un segundo cigarro y observo que el viejo y su bigote leen una nota. En letras enormes el titular del amarillo diario informa: Macabro crimen pasional gay. Me quedo sólo con el término macabro, me traslada feliz a la clase de Semiótica en la vieja facultad, al estrambótico profesor Fernández exultante hablando de las bondades del significante de las palabras. Me recuerdo excitado decapitando términos, arrojando sus significados al vacío, fascinado con sus sonidos. Construyendo frases en el aire con vocablos de alusiones oscuras, desagradables o repugnantes, que provocaban en mí belleza extrema por su estética exquisita. Cadavérico, putrefacto, cobarde, paranoico, nefasto, curtiembre, holocausto, lápida, proxeneta, hastío. Bailaban las palabras en mi mente en la vieja fábrica que hacía las veces de universidad, bailaba yo una danza hermosa con la música que creaban. Bailo ahora mientras no puedo despegar los ojos del título del periódico del viejo que me mira cómplice y me invita a confraternizar indignado por el significado de la palabra macabro, más indignado aún por el significado del término gay. Me asegura el viejo frunciendo el seño que con el caudillo estos enfermos habrían tenido su merecido y espera una respuesta mía. Caigo por fin de mi danza y por acto reflejo le regalo una sonrisa real, casi una carcajada. Sin poder hacer nada más me incorporo. El viejo desorientado y colérico me mira y sospecho en la expresión sus ganas de verme en el paredón que delante de nosotros muestra sus heridas de guerra, en su fantasía el viejo me apunta con un fusil. Río nuevamente y me marcho a casa. Me apetece un té rico, en mi ventana.



30 noviembre 2010

"Los discípulos de Décimo" - Parte II -


“Sobre uno que quiso cabecear un roca por ser valiente y acabó enseñando sobre la valentía”

Bolaño ya se fue y yo camino ahora por el Paseo marítimo de Blanes, y observo el mar y divago. Como Bolaño nada me dijo sobre la forma literal en que Rodrigo Lira se suicida, yo fantaseo a mi buena gana: Está el poeta cerca de un acantilado y observa las rocas, las inspecciona e intenta seleccionar aquella que le dará muerte, tiene un poema en la mano con el que algo quiso decir sobre la estupidez, sobre la gran Estupidez, como entidad y como mecanismo, de lo perpetuo de los cimientos de esa infame institución. Pero lo hace, lo dice, hablando desde aparentes banalidades, desde la ironía y desde el humor. Habla de la ignorancia que le confieren a él ciertas mujeres, del desprecio al que lo somete alguien que, en el metro, no le deja descender, estúpidamente apresurado por subir. Contempla el frondoso acantilado y el rumor estridente del mar en las rocas y ve también un sendero que conduce a unos precarios embarcaderos. Observa allí abajo una pequeña barca y un hombre con sobrero que se aleja de ella. El hombre con sombrero no es un poeta, no es escritor y tampoco cree tener sensibilidad para interpretar el más simple de los poemas, es un hombre escueto y triste que, luego de dejar el bote preparado con un ancla al que piensa aferrarse y mar adentro sumergirse por fin en la profundidad de las aguas, se aleja del bote y se aproxima a un paseo marítimo como el que ahora yo recorro fantaseando.
Pretende este hombre triste, al que las mujeres no ignoran y a quién la estupidez de los humanos en el metro no le afecta, dar un último paseo. Busca hacer una vista panorámica final de aquella playa, intentando mirar por vez última y definitiva el mundo todo. Un mundo estúpido que, dueño de una estupidez general y cimentada, le ha arrebatado a su familia, le ha quebrado la ilusión, lo ha dejado acabado, con energías sólo para aferrarse a ese ancla. Satisfecho su último deseo vuelve el hombre triste con sombrero hacia su barca, pero la barca ya no está, sólo encuentra en el embarcadero el ancla cuyo peso sostiene una hoja. El hombre triste no puede evitar leer el poema y una vez inmerso en él no puede dejarlo hasta que lo acaba, alza la mirada, su semblante está ahora mutando desde la tristeza, con distintos matices, pasando por el desconcierto, acabando por expresar el rostro de aquel que descubre una certeza. Observa su barca adentrándose en el mar, a bordo hay un hombre que mira firme hacia el horizonte, hacia adelante.

Me voy de Blanes, me acerco a la estación de trenes y voy pensando: Pienso en Miralles y en Sánchez Mazas, en Rodrigo Lira y en Javier Cercas, en el hombre triste y en mi amigo Marco. Y pienso ahora, que me alejo de Blanes en el tren, en la valentía y en la estupidez, en la cobardía y en el valor, y pienso en Bolaño, lo imagino ahora mismo (guiado por el mismo atrevimiento que me permitió soñar con él) en Blanes y en cada sitio donde uno quiera que esté, lo imagino leyendo, o aun mejor, escribiendo.

22 noviembre 2010

“Los discípulos de Décimo” – Parte I -

Recibí un correo de Esther, de quién podría decirse que no es escritora. También puedo decir de ella que cuando escribe (esporádicamente), lo hace tremendamente, pero no es escritora, se dedica a otras cosas y lo que hace, lo hace con poesía, con una sensibilidad admirable. El correo decía así:

"SOBRE UNO QUE ENCONTRÓ UN TESORO CUANDO QUERÍA COLGARSE DE UNA SOGA.
Un hombre, en el momento de colgarse de una soga, encontró oro y en el lugar del tesoro dejó la soga; pero quién lo había escondido, al no encontrar el oro, se ató al cuello la soga que sí encontró."
Décimo Magno Ausonio (Siglo IV D.C.)

Se imagina ahora Monterroso (guatemalteco, maravilloso, recién descubierto), después de citar ésta fábula de Décimo, al poeta latino pidiéndoles a sus alumnos que desarrollen una composición con este argumento, en el que dos extravagantes personajes intercambian sus destinos como consecuencia del azar. Y yo propongo: ¿Jugamos a ser discípulos de Décimo? Yo ya estoy en ello...

Yo recibo el correo y escribo, no pienso, sólo escribo:

“Sobre uno que en su momento supo ser valiente y cuya valentía supo salvarlo en su momento”

Sueño con Bolaño (chileno, irreverente, valiente y maravilloso, recién descubierto), tomamos un café en Blanes y me habla: Está la historia de un soldado desconocido y republicano, de un enclave en el que éste se encuentra, de cómo le perdona la vida a un falangista de alto rango, Sánchez Mazas, quién merece la muerte, de cómo lo salva. Luego me habla Bolaño sobre otro escritor, Javier Cercas, que es su amigo y que se empeña en buscar el rastro del soldado anónimo, al que se le adjudica el incomprobable nombre de Miralles. Cercas, que no consigue dar con el final de la historia de Miralles, quiere indagar sobre ese acto para él incomprensible del soldado, quiere preguntarle ¿por qué?

Al bar se acerca otro amigo, que también es escritor, pero que es amigo mío. Se une a nuestra mesa, no sin antes saludarnos a Bolaño y a mí, reverencial y confianzudo, respectivamente. Mi amigo se llama Marco y nos cuenta el final de la historia. Nos dice que debido a los giros que toma la guerra se encuentra Miralles a punto de ser fusilado, que aquél al que le había salvado la vida es ahora su verdugo y que (y probablemente sea esto pura obra de la necesidad de mi amigo de darle a la historia un tono poético y terrible) se encuentra Miralles ante una situación paradójica, situación que el soldado encara, como cuando le perdona la vida a Sánchez Mazas, con valentía.

Dice la versión de mi amigo Marco que Sánchez Mazas reconoce a Miralles y, en un acto que probablemente el mismo Sánchez Mazas no puede calificar, decide salvar la vida del soldado.

Bolaño, que en vida era grande y que ahora, muerto y tomando un café con nosotros (y cuando digo nosotros, no sé exactamente a quién me refiero con nosotros) en Blanes, es aún más grande, parece satisfecho con el lírico y cinéfilo final de la leyenda. Sin embargo no se inmuta y empieza a contarme (más bien a susurrarme) otro relato: Está la historia de un poeta, discreto y elegante, que con una absurda excusa decide suicidarse a modo de queja. El poeta se llama Rodrigo Lira y protesta contra el aumento del precio del pan, o por alguna pequeñez similar. En la protesta contra una nimiedad así hay oculta una razón, se suicida Rodrigo Lira - me dice Bolaño cada vez en un tono más tenue, como alejándose - igual que como escribió, es decir, igual que como vivió. Se mata Rodrigo Lira por la razón, que es también el lugar donde vive el humor - me aclara esto Bolaño con el último hilo de voz en nuestro encuentro -. Se suicida en favor de la razón, en contra de los cobardes.

19 noviembre 2010

Avui he pensat en catalá (un buen comienzo).

Nunca fui intervenido quirúrgicamente. Nunca me quebré un hueso, jamás sufrí una fractura expuesta, ni rotura de ligamentos cruzados. Ni mi tibia ni mi peroné hicieron crack hasta hoy. Nunca me enyesaron - entre tecla y tecla me pongo una mano sobre la cabeza, con la otra presiono mis huevos con fuerza y cruzo todos los dedos que tengo buscando madera para tocar -. Que te pasen a cuchillo, que te operen, implica cicatriz y eso equivale a que hubo dolor en el momento del golpe y a que el cuerpo se encargará de recordártelo por un tiempo, o para siempre. En más de una oportunidad hice alarde de ser una persona riesgosa, aventurera e interesante, intentando enseñar dos pequeñas cicatrices, de un total de ocho puntos de sutura, en un dedo y una ceja, con resultados lamentables. En esas ocasiones me costó muchísimo encontrar las cicatrices que me empeñaba en exhibir.
Nunca formé una banda de rock. No terminé una carrera universitaria. Jamás resolví un rompecabezas (puzzle) medianamente caudaloso, no sé, de unas ¿cien piezas? Nunca. No tuve ninguna novia famosa, ni deportista de elite, o muy adinerada. Tengo amigos que salieron con actrices conocidas, yo las conocía, pero no. Tampoco toqué nunca un instrumento musical; tengo un árbol genealógico poblado de instrumentos varios, pero nunca se me ocurrió hacer sonar a ninguno de ellos. De hecho, esos amigos que salen con actrices conocidas, o son músicos, o aparentan serlo de muy buena manera. Yo no.No impartí nunca una clase de algo, mi paso por la docencia es tan incomprobable como inexistente. Una vez di una charla sobre seguridad informática en las tarjetas de crédito: Las expresiones en las caras de los alumnos y las de mi cara eran idénticas. Y entre muchas otras cosas que no hice, o que no hago, o que nunca me han pasado, hay una de ellas que me quita el sueño. A veces, sólo a veces, me siento asfixiado, me ahogo pensando en que tengo treinta años y no sé chiflar, máxime cuando me cae en cuenta que no existe en este planeta establecimiento alguno, público o privado, que instruya en ese arte. El chiflido es una actividad que siempre me ha causado admiración en los hombres y atracción en las mujeres, pero es una disciplina que nunca supe practicar. Y no lo haré.

Los elementos, desordenados y negativos, de esta introducción enumerativa, al menos los que se refieren a una fractura, a la docencia y a la ejecución de algún instrumento musical (y el chiflido por supuesto) se me antojan fenómenos transcendentes, física y psicológicamente. Y la falta de esos elementos en esta cabecita y en este cuerpito los vengo asimilando, hace treinta años, como se asimila una carencia. Son factores que no me quitan el sueño (salvo el chiflido por supuesto), pero que los unifico en un tipo de experiencia que no he vivido y que me generan un vacío dificil de explicar.
No quiero quebrarme un hueso, debe doler... Pero yo no lo sé eso. Para que se entienda: un amigo me contó que un día dormía en un hotel en Euskadi y el edificio sufrió un atentado, mi amigo se elevó un metro en la cama y volvió a caer, yo no quiero presenciar un atentado en primera línea, pero debe ser una experiencia muy particular que nunca viví. ¡Como chiflar!

Sin embargo, hoy por la mañana, contrastando con los absurdos prolegómenos de este texto, me pasó algo. Hace unos días me prestaron una casa en la Garrotxa, por unos días. La casa está en la montaña, los vecinos son cuatro o cinco humanos y un montón de animales. En la casa me dejaron un coche con gasolina marca Nissan, vino, comida, porros marca ACME, libros y una salamandra a leña. Y leña.
A media mañana subí a la habitación a buscar algo para cubrirme, una frazada o edredón (porque la salamandra es preciosa pero encenderla no es darle a un botoncito). Me disponía a tumbarme en el sofá y terminar "La onomástica" de Chéjov, que había empezado anoche. Me paré frente a la cama para agarrar la frazada y vi mi chándal (pantalón de jogging) junto a ella. No había reparado antes en ponerme el chándal, pero ya que me iba a tirar a leer confortable en el sofá, se me antojó grandioso ponerme el cómodo y querido chándal. Y la expresión literal de mi pensamiento fue: Home, és clar... No pensé: ¡Hombre, está claro! Ni se me pasó por la mente: ¡Claro! ¡Mirá vos! Puede que haya mentado esas dos expresiones después de pensarlo en catalán, analizando el fenómeno.

Entiendo que llevo tiempo en Catalunya y que tal vez ya era hora; y entiendo que quizá sea algo exagerado llamar fenómeno a este diminuto punto en la humanidad en el que alguien que acostumbra pensar el universo desde siempre en un idioma, lo hace por primera vez en otro. Lo cierto es que avui he pensat en catalá y ese pequeño cambio satisfizo, al menos parcialmente, la carencia de la que hablaba. Analizándolo desde las matemáticas, tiene más pinta de ser una adición que una sustracción. Y lo que es más importante, creo que me ha marcado una conexión con una ciudad, con un pueblo, con una cultura; siento que esa minúscula coyuntura me ha susurrado (en catalán y en argentino) una sensación de incipiente recíproca pertenencia con Catalunya, algo que desde hace un tiempo venía sospechando. Me parece un buen comienzo.