Tranquilo
Fuentes, no sé a que te dedicás vos, pero seguro manejarás información sobre
los temas que te competen. Este es mi trabajo y conozco este paño...
Conocía el
paño, así lo dijo, acaso era un cancervero de los sentimientos futboleros...
Tenía las llaves que abrían los recovecos donde yo guardaba mis dolores más
punsantes, el de una tarde en cancha de Racing, cuando el cabezón Allegue cabeceó por encima
de nuestro arquero para empatarnos sin merecerlo, cabeceó el muy burro por
encima de todos nosotros que en la tribuna hicimos así con las manos para
sacarla al corner, hicimos así pero no alcanzó, y este tipo cree que puede
venir a España y entrar en ese dolor, que puede proyectarlo en la pared como si
fuesen diapositivas fatales... Cómo puede plantarse acá un hombre que ni
siquiera me dice su nombre, que quiere que lo llame Jefe, jefe de qué, jefe por
qué, y chantarme en la cara que este es su trabajo y que porque sabe sabe, y que como
sabe puede, y como puede lo hace, y se mete en mi abrazo, en un abrazo de miles
de hinchas, porque si un día viene uno y me dice que yo me acuerdo de vos
flaco, aquella tarde que lo bailamos a Huracán de la mano de Miguelito te
acordás, llegamos dos puntos abajo y había que ganar y no solo ganamos sino que
le dimos un pesto bárbaro, y mirá que ese Huracán jugaba pero nosotros teníamos
un cuadrazo, y te reconocí flaco, cuando muy temprano en el partido Gustavito
desbordó y ahí ya no vimos más nada porque nos fuimos todos a la mierda, en
avalancha hasta el cemento, cemento y brazos, piernas y cemento y camisetas
rojas y banderas, y todos nos tuvimos que imaginar ese centro rasante y todos
vimos a Rambert meterla en el segundo palo, todos lo vimos, pero lo que
mirábamos era una masa de gente y papelitos, hinchas del rojo tratando de hacer
pie encima de pies, para pararnos y abrazarnos con cualquiera, si este tipo me
dice que yo me acuerdo de vos flaco, que llorabas y me abrazabas como a tu
hermano, porque si este tipo me reconociera luego de tantos años y se metiera
en ese recuerdo estaría bien, porque ese recuerdo le pertenece. Pero quién es
este tipo que ni siquiera quiere a unos colores, qué sabe si él es el Inspector
General... ¡de qué!, de la concha de su madre... cómo se atreve a enredarse en
sentimientos que le son tan ajenos...
Cuando
terminaba de decir lo del paño y yo pensé en todo aquello, el Inspector dirigió
su mirada a la barra del bar en donde dos hombres corpulentos vestidos con
sendos trajes oscuros se acodaban. Uno de ellos lo miró y de inmediato se
retiraron del bar.