"Tal vez el Edén, como lo quieren por ahí, sea la proyección mitopoyética de los buenos ratos fetales que perviven en el inconsciente. " Así habló Cortázar.

02 julio 2015

La chispa adecuada

¿Cómo dice la canción? ¿“Tantas veces va el cantarillo a la fuente [...] y no te digo más“?
Bueno, el cántaro, la mufa, la “sequía“ se rompió. Enfrente, justo, estaba Paraguay.

Justo cuando Argentina no tenía un buen arranque, en el momento en que los de Ramón Diaz parecían animarse a ser protagonistas, cuando se empezaban a amigar con la idea de marcar el ritmo del juego, justo ahí llegó el gol de Marcos Rojo. Y no fue un gran gol precisamente porque haya culminado una buena maniobra colectiva, o por su factura técnica individual. Fue un gran gol porque le quedó ahí a Rojo, después del centro de Messi y de los rebotes, un tiro libre jugado al área de un equipo especialista en esas jugadas. Fue una de esas que antes no entraban. Entonces se abrió el arco del partido en sí, el que se estaba jugando, y también se abrió el otro arco. Porque después del 1 a 0, el 10 se soltó y todo el equipo se liberó. Recuperaron la alegría.

Eso se notó un rato después: Biglia se esconde y aparece libre en posición de 8, juega para Messi que cachetea una asistencia para Pastore, dos metros adelante de la posición del receptor, porque Messi respeta las reglas de una contra rápida, y el Flaco, que se había movido para sugerir el pase, controló en velocidad y relajó el pie.


Paraguay es la única selección que le hizo goles a Argentina en esta copa, le hizo 3 en total, 2 de los cuales los convirtió un argentino. En 5 partidos dos tercios de los goles que recibió Romero los hizo un tipo que nació en San Fernando, Buenos Aires.
 Con el gol de Barrios aparecieron algunos fantasmas. Suma de varios errores: Otamendi divide el balón; a Pastore le falta énfasis cuando cubre su posición; y Demichelis está muy lejos. Pero aunque el descuento paraguayo (y el instante de distracción) cayó mal, el equipo se rehizo muy rápido y siguió en sintonía.

Biglia recupera, Pastore recibe muy libre de Mascherano y, otra vez, relaja el pie para que Ángel defina.

Si el tercer gol sirve para ratificar que el motor se está aceitando, el cuarto, que fue el que le bajó la guardia definitivamente al equipo guaraní, para confirmar que Messi en la selección ya es ése que él mismo tanto quiere ser. Ahí se terminó, Argentina venía con una efectividad muy baja de acuerdo a todo lo que generaba, en algún momento tenía que explotar. La cosa explotó y el peludo se lo comió la selección de Ramón. Di María ya no estuvo tan solo, se cerró unos metros para asociarse más y, de paso, Rojo jugó más cómodo atacando por esa banda izquierda. El gol de Agüero es premio al partido que estaba haciendo y, en particular, a su movimiento en el área con el que se anticipa no a uno sino a dos defensores. Y que Higuaín entre y convierta en la primera que toque también suma. 



Cuando Argentina y Paraguay empataron su partido por el grupo B, Martino dijo que podrían haber terminado 5 a 2 o 6 a 2 arriba. Este segundo encuentro entre argentinos y paraguayos tuvo un resultado muy parecido a lo que podría haber sido aquel. Entre dos partidos de alto vuelo futbolístico argentino, lo diferente fue la contundencia en el segundo. Messi, que viene jugando una copa brillante, en un crescendo de más a mucho más, tuvo una noche de semifinal descollante. Volvió a dejar tendal, a generar esas fotos trágicas posteriores a su paso, con los rivales en el pasto como víctimas de un desastre natural. Fue atinado el comentario de Juan Pablo Varsky: contra Paraguay “a Messi le faltó hacer llover.“ Yo creo que si no llovió, fue porque él no se lo propuso.

Se espera un partidazo para el sábado. Será, cuanto menos, revelador en diversos aspectos. Si hablamos de historia se enfrentan: uno que nunca ganó una final, contra otro que ganó 14 y que a su vez es el que más finales perdió. Si miramos el hoy por hoy, chocan: un grupo que no está acostumbrado a jugar finales frente a otro que viene de perder una hace un año (sangre en el ojo que le dicen. Y experiencia). Juega uno que es local contra otro que viene de encontrar la chispa adecuada. Se cruzan, en la final de un deporte que no siempre es lógico, los dos que la lógica anunciaba. Chile todavía no se midió en esta copa contra un equipo que juegue a tener la pelota más que él. Argentina nunca jugó en esta copa contra un equipo que juegue a atacarlo (podría haber sido Colombia pero ya todos sabemos qué hizo Colombia). ¿Que si hay mucho en juego? Uno se juega la chance de volver a ser campeón más de 20 años después y de acomodarse ancho en un lugar en el que supo estar; casi nada. El otro tiene la oportunidad de ser campeón por primera vez en sus 120 años de historia; qué te parece. Pero hablar de Malvinas, de traiciones y de geografía es una GILADA. Esto es fútbol, nada más, nada menos.

27 junio 2015

El país de los arcos cerrados



A los jugadores argentinos se les niega el gol de una manera tan tozuda que a medida que pasan los minutos el arco rival (que mide como todos: más de 7 metros de ancho por casi 2 metros y medio de alto) se hace más chiquito. Cada vez, desesperadamente, más chiquito. 
Ayer Argentina jugó un buen partido contra Colombia, no coincido con que haya sido el mejor de la era Martino. Creo que el mejor fue contra Paraguay. De todos modos la arenga del entrenador antes de los penales es valedera: “…jugamos contra un cuartofinalista del mundial y no nos patearon al arco“. La buena actuación argentina se combinó con una decepcionante, lamentable labor del equipo colombiano. Hasta indignante, diría. El rival de cuartos de final fue el que menos llegó al área argentina, el que más pegó (más que Uruguay) y el que más espacios libres les dejó a nuestros delanteros (mucho más que Jamaica). Colombia no solo no remató al arco de Romero (el débil cabezazo de Ibarbo en el minuto 66 no califica), el equipo de Pékerman le pegó a los argentinos con una torpeza y una falta de profesionalidad tales que me cuesta encontrar en la memoria semejante mamarracho. Hay que remontarse a los coreanos castigando a Maradona en el 86, a los nigerianos levantando por el aire a Caniggia en el 94. Lo cual deja en peor situación al equipo de Pékerman porque ni Corea ni Nigeria tenían con qué, lo que justificaba la adopción de ese sistema de fútbol: el no fútbol. Por eso, que una selección como la colombiana se plante tan anti-fútbol con el material con el que cuenta es lamentable.


Pero volvamos a la selección Argentina y sus problemas con el arco, con el ancho de los palos que, aunque parezcan trucados, miden las 4 pulgadas que marca el reglamento.
 Messi continúa contrariado, la cara se le va transformando con el correr de los minutos hasta casi descolocársele. No lo puede creer, se agarra la cabeza, piensa que ésa es igual a aquella que en el Camp Nou entra. La pelota le queda ahí, ya está, se rompe la racha… Pero aparece un pie rival y la desvía o lo desestabiliza. El asunto es que no entra. O aparece la figura monstruosa de David Ospina, como ayer. Párrafo aparte para el animalito colombiano que defiende el arco del Arsenal inglés.

Queda claro que, aunque los delanteros hagan buenos partidos, si la pelota no entra los números no cierran. A Di María se lo vio ayer bastante impreciso y se lo vio, sobre todo, solo. Argentina vuelca todo su potencial sobre la banda derecha y el desgarbado rosarino termina intentando desbordar o gambetear en soledad. El símbolo de ese problema fue una jugada del segundo tiempo en la que avanzó 50 metros a toda velocidad, frenó, retrocedió 35 metros por el mismo surco que había formado y terminó la jugada cediéndosela a Romero.


El mejor argentino ayer fue Pablo Zabaleta que jugó un partido inmenso, junto con Messi, claro, que, perdonen la obviedad, es interminablemente distinto.
 Garay jugó su peor partido desde que está en la selección, inseguro, impreciso, Pekerman dio cuenta de esto y en el segundo tiempo mandó a sus delanteros a apurarlo, pero ayer Colombia no podía hacerle daño (futbolístico, claro) a nadie. 

Carlos Tevez, los minutos que jugó, fue intrascendente. Todavía Martino no le dio su chance, por lo tanto no se lo puede evaluar. Sin embargo, hay en la prensa y en el espectador argentino una necesidad galopante de erigirlo al Apache en ídolo y símbolo de esta selección. Pateó su penal y lo convirtió, sí, igual que Messi, Garay, Banega y Lavezzi y con menor precisión y más suspenso que estos cuatro. No tengo nada contra Tevez, al contrario, me parece un buen elemento, pero no inventemos. Porque a fin de cuentas todo ayer terminó dependiendo de que el gigante Ospina no se quedara parado esperando el remate de Tevez en el medio del arco. Porque si Muriel y Murillo no la tiraban a las Islas Galápagos, el próximo martes la semifinal la jugaba un equipo amarrete con un solo gol convertido en todo el torneo.
Se viene Brasil o se viene Paraguay, es igual. En estos torneos si se pretende ser campeón no hay que ganarle a todos pero sí hay que ganarle a cualquiera. Veremos si Argentina descifra la fórmula, encuentra la llave que le abre los arcos.

23 junio 2015

Argentina, el equipo sin confianza.

El último partido del grupo para Argentina se presentaba como un ensayo en el que practicar aquello en lo que se estuvo flojo, para probar alguna variante táctica, para envalentonar.
Sin embargo el choque contra Jamaica sirvió para remarcar en qué está fallando el equipo argentino, cuáles son sus deficiencias, y para sembrar un montón de dudas. O en realidad para regar esas dudas que ya se habían sembrado en los partidos anteriores. Un equipo que generó unas 30 llegadas al arco rival y convirtió solo 4 goles (uno de penal, otro regalado por un defensor contrario). Un equipo que es siempre protagonista, que siempre es dueño del balón, pero que llegado un momento del partido (con Paraguay, minuto 60; con Uruguay, minuto 25; con Jamaica durante todo el partido) no sabe bien qué hacer con él. Un equipo obsesionado por ponerse en posición de ataque (que no es lo mismo que atacar), una obsesión que le nubla la realidad. Si se le está ganando a Uruguay 1 a 0 y el rival tiene la obligación, la pelota la tiene el arquero argentino, Uruguay no presiona porque su jugador más próximo está a 30 metros y no tiene la intención de apurar a Romero, ¿cuál es la necesidad de salir, de avanzar, de atacarlo cuando el rival espera? ¿Si Argentina espera con el balón en su poder que Uruguay se haga cargo de la obligación, no se generarán espacios, esos espacios que Argentina no encuentra cuando ataca casi por reflejo? Si bien me refiero a una jugada puntual en la que Romero tenía el balón y Cavani miraba desde lejos sin ánimo de acercarse, me parece simbólico. Es un reflejo de cómo se ve perjudicada la selección de Martino por no sé bien qué presión, o una presión que viene no sé bien de dónde. De la historia, de la hinchada, de la prensa, de la sangre y la propia idiosincracia. Como sea, Gerardo Martino debería tomar nota de esa confusión conceptual, de la infertilidad a la hora de definir, del daño que le hace al equipo argentino esa presión externa de la que hablo. Contra Jamaica se podría haber jugado durante tres días que el conjunto, según Edinson “el geógrafo“ Cavani, “africano“ no iba a convertir un gol. Lo triste es que dio la impresión de que Argentina tampoco iba a aumentar la diferencia.
Las carencias mostradas en los tres partidos se vieron exageradas, ensanchadas en este último porque se trataba del equipo más débil de la copa. Eso demuestra que el problema tiene que ver con el estado de ánimo, con la concentración, con la confianza. Y, sinceramente, suena un poco loco. Es como un tipo que tiene que ir a encontrarse con una mujer para seducirla, ese es su objetivo y el hombre lo tiene todo (belleza, ingenio, saber estar, dinero, etc.) pero pese a sus altas chances de seducirla va con la confianza por los suelos. Bueno, Argentina. Difícilmente se junten mejores elementos para representar al equipo de fútbol argentino en el futuro. Así y todo, con esta irregularidad, Argentina demostró ser el equipo más fuerte del torneo. Y eso no sé yo si habla bien de Argentina o mal del resto.

18 junio 2015

Primero hay que saber sufrir

El martes hubo una nueva edición del partido más jugado de entre todos los partidos de fútbol, nunca dos equipos se enfrentaron tanto como las selecciones de Argentina y de Uruguay. Es el ejemplo más extremo de lo que se denomina clásico en este deporte, y por eso mismo cada vez que empieza un choque rioplatense, sin importar la historia lejana o reciente, cualquier cosa puede pasar.

Argentina fue protagonista y dominador, pero Uruguay pudo empatarlo e incluso ganarlo.
El equipo de Martino jugó unos primeros 25 minutos muy parecidos a los 60 iniciales frente a Paraguay. Monologó. Se hizo dueño del balón, acortó sus líneas, asfixió a su rival. La disposición geográfica de los de Tabarez también ayudó: armó un cerco alrededor del área de Muslera como lo disponía la mayoría de los equipos que enfrentaba al Barça de Guardiola. Cuando se plantea un partido como lo hizo Uruguay, es decir romper, aguantar, esperar la jugada aislada, se corre el riesgo de recibir un gol y ahora qué. Cuando te plantean un partido como se lo plantearon a Argentina, se corre el riesgo de no hallarle la vuelta, chocar contra la pared y no encontrar ideas. Así planteado, cuando promediaba la primera parte ya el partido era como lo quería Uruguay, porque Messi y compañía no sabían cómo entrar, porque, al no estar Banega, el 10 argentino tenía que bajar al círculo central para empezar los avances, y porque la Celeste con esas jugadas aisladas, con laterales y tiros de esquina, estaba siendo más punzante que el equipo del Tata.

El gol (golazo) de Agüero rompió el partido, el delantero del Manchester City volvió a cumplir en la red. Pastore, que estuvo bastante impreciso en los toques finales en la primera parte, entendió que el asunto era romper por el medio con una (no dos) gambeta y abrir la cancha. Ni Messi ni Di María lo entendían. Y fue la magia seguida de la apertura del cordobés lo que decretó la diferencia.
Creo que fue clave en el triunfo el partido que jugaron Biglia y Pastore: soberbio y serio el primero, soberbio y desfachatado el segundo.
Garay, no me canso de decirlo, cada día juega mejor. Ay, si le dieran a Ezequiel la mitad de la prensa que recibe David Luiz, esa maquinita brasileña de hacer macanas. La solvencia del defensor del Zenit ruso y la providencia de Romero fueron los pilares que mantuvieron la ventaja argentina hasta el final. Otamendi mejoró, fue puro sacrificio, aunque cada partido se manda una que otra propia de un chambón, diría el relator, no sé si por inexperiencia o incapacidad. 
Marcos Rojo entró varias veces en el embarre de cancha que propusieron Muslera o Arévalo Ríos, sin necesidad, porque ése no es el partido que tiene que hacer Argentina. A propósito del volante central uruguayo, fue milagroso que terminara el partido sin siquiera amarilla.

Martino podría haber renovado el aire y las piernas metiendo cambios un ratito antes, Aguero y Messi terminaron muy cansados y se desperdició así alguna que otra chance para sentenciar el resultado. No fue el caso de Di María que, con un estado físico excepcional, entendió que no era su partido más fino y se dedicó a echar una mano atrás.

No se puede decir que la lección del partido frente a Paraguay haya sido completamente aprendida. En el minuto 86 fueron los dos centrales al área rival y, en la contra, la selección quedó descompensada, otra vez. Uruguay, por su parte, se decidió a buscar el partido recién después del minuto 70, así y todo, pese a la mezquindad de su planteo, Argentina terminó sufriendo. Pero la sensación que deja el equipo a punto de terminar la zona de grupos y restando, según los papeles, jugar frente al rival más débil, es muy buena.
 Se le ganó al rival más duro, no solo de la etapa de grupos. No creo que Argentina tenga un adversario más difícil de franquear (aunque Chile y Colombia jueguen mejor) de aquí al final de la copa, salvo que nos crucemos con los charrúas otra vez, claro está.

15 junio 2015

Ilusionó y después se durmió

Análisis del primer partido de Argentina en la Copa América.

Argentina lo tuvo todo para ganarlo cómodamente en su debut en la Copa América frente a Paraguay. Todo: orden a la hora de defender, un juego soberbio cuando atacó, la neutralización de su rival, muchísimas ocasiones de gol. Pero no le alcanzó porque lo que cuenta es el resultado del total del partido y no el de los primeros dos tercios de este.
Los primeros sesenta minutos de juego fueron de Argentina que, pese a funcionar muy bien en todas sus líneas, desactivar cualquier circuito que Paraguay quiso armar, y justificar la ventaja con varias llegadas al arco rival, se encontró 2 a 0 arriba gracias a un error (forzado por la presión de Messi, es verdad) de la defensa guaraní y a otro del árbitro que cobró un penal que no fue.


Ezequiel Garay (el mejor jugador argentino en el mundial de Brasil) continúa su consolidación, pero Otamendi, que había demostrado firmeza en el primer tiempo, se desbocó la primera vez que los delanteros paraguayos lo superaron y empezó a hacer agua y, sobre todo, faltas innecesarias cerca del área frente a un equipo históricamente fuerte en el juego aéreo. 
Romero, pese a haberse “convertido en héroe“ frente a Holanda, llevará esa mochila “doble carga“ que suelen soportar los jugadores con los que la gente se ensaña desde el comienzo, hasta que un día cuelgue los guantes. Chiquito tuvo un buen desempeño frente a Paraguay, aunque es cierto que le facilita las cosas a Haedo Valdez al ubicarse diez metros más adelante de lo que la jugada pedía. Sin embargo yo no le atribuyo ese error a su falta de concentración o de ubicación, más bien creo que se debió a la función extra que le está pidiendo Martino. Digo esto porque pude ver que la defensa argentina quiere salir jugando con el arquero como una pieza más en la triangulación de toques para buscar espacios y salir del fondo de manera prolija. Parece que la notable aparición de Manuel Neuer está haciendo escuela en los arqueros y la utilización que hace de él el equipo alemán encuentra repetición en otras selecciones que antes no optaban por esa herramienta. La selección de Martino es una de ellas. 

Los laterales se mostraron mucho, ofrecieron opciones por las bandas cuando el equipo atacaba, esto ya se lo habíamos visto a Rojo pero es nuevo en Roncaglia. Pero cuando a la selección la atacaron, solo en el segundo tiempo, dejaron libres sus espaldas. 

Argentina defendió muy mal cuando atacó. El equipo quedó muy mal parado varias veces que tuvo un corner a favor o que un contra golpe a su favor fue respondido de inmediato por Paraguay.
 El tándem Banega-Mascherano terminó con un saldo negativo, sin embargo ninguno de los dos hizo un mal partido en lo individual, quizás se le pueda criticar a Banega su intrascendencia en la segunda parte. Ahí creo que falla Martino: al discípulo de Bielsa le costó bajar un cambio cuando tenía el partido controlado e hizo que los volantes se encontraran en el medio de una pelea golpe a golpe, la pelota no pasaba por ellos justo cuando los jugadores del medio eran los que debían manejarla y controlar así el resultado. 
Leí por ahí que Mascherano no se encuentra mucho con su posición de volante central porque no es la puesto que ocupa en el Barça. Creo que no se puede decir que el Jefecito ande flojo jugando de volante, lo que sí creo es que ubicándolo en la defensa se puede sacar lo mejor de él, quiero decir que en la zaga es todavía mejor jugador que como volante. Además con ese cambio de posición Martino estaría resolviendo ese karma que tiene Argentina para encontrarle un compañero a Garay (F. Fernandez, Demichelis, Otamendi, ¿cuántos van?). Está claro que no lo va a improvisar en la copa, pero sería sano que se lo plantease para el futuro.


Messi vino embalado de Europa, no solo por los resultados (por haber ganado todo con el Barça) sino también por su volumen de juego. Lo vi en la misma línea, lo vi con confianza y veo que cada vez le pesa menos la mala leche que le tiran desde afuera (desde afuera de la cancha, desde adentro de su país, ¿no?) cuando juega para la selección. Me ilusiona el hecho de que cada vez entiende más que él no tiene que ser el salvador de este equipo, proporcionalmente el equipo va entendiendo que Leo no puede ser su salvador. Que Messi entienda esto no significa que la selección Argentina pierda el valor agregado de tenerlo al mejor 10, el factor Messi descollante siempre jugará en favor de Argentina, aparecerá fugaz, brillante, artístico, letal, pero no hay que contar con ello. En varias jugadas en las que el crack rosarino decidió asociarse antes de encarar me pareció ver que esa dinámica de la que hablo se va consolidando. 

Di María volvió a mostrar su brillantez, después se apagó bastante. Y Pastore, que está pasando por un momento superlativo, parece ir encontrando de a poco su lugar en el once titular. Agüero cumplió con el gol, pero le falta para ser el delantero de la selección, en realidad a todos los delanteros que pasaron por la selección el último tiempo les falta méritos. Los jugadores ingresados no tuvieron demasiado tiempo para ser trascendentes. Me alegra que por fin Higuaín, que contó con tantas oportunidades, vea el partido desde el banco. No me extrañaría que Tevez fuera titular frente a Uruguay.
 Me gustó Argentina, me parece que el gran cambio que le imprime Martino es que ahora la selección se calza la pilcha de protagonista y apuesta más por el talento que por el sacrificio, al contrario de lo que terminó ocurriendo con Sabella. Hay que hacer los deberes: no dormirse, no ceder el protagonismo, definir los partidos. Vamos a ver.

11 enero 2015

Je ne suis pas l'Occident


Tengo una condena, un montón de preguntas y una sola certeza.
Condeno el asesinato de las dieciséis personas en París hace unos días. Sin peros.
También condeno el atentado ocurrido en Yemen el 7 de enero último. Me duelen los ciento treinta y dos muertos en Pakistán un mes atrás, la mayoría de ellos menores. Y las veinte personas asesinadas ayer en Nigeria luego de que explotara un artefacto que portaba una niña de diez años, lo cual es espeluznante. No hay peros, no hay justificación posible. Y que quede claro que la vida de un dibujante francés no vale más que la de un refugiado de guerra sirio. Valen lo mismo: un vida, es decir muchísimo.
Yo soy Charlie, claro que lo soy. Yo fui José Luis Cabezas y soy Ayotzinapa. Yo soy todas las muertes injustas. Lo soy desde mi lugar, que es humilde y tiene muy pocos seguidores.

Párrafo aparte, en el mismo enunciado. Sin peros.

Lo que no soy es Occidente. Desapruebo a los simplistas. A los esclavos del poder y a los esclavos de la inmediatez, que es el peor de los males de la comunicación en esta era.
Pude leer una casi unánime condena al atentado a la redacción del semanario Charlie Hebdo, pero sólo vi algunos casos, contados, de comunicación prudente. La prudencia es imprescindible si lo que pretendemos es llegar a brindar información veraz. Al precipitarnos, al afirmar sin fundamentos corremos el peligro de activar el engranaje que quienes cranearon éste y otros atentados pretenden activar. Y desinformamos.
El video en el que uno de los agresores remata a un policía en el suelo fue editado por la televisión francesa. No sé por qué. La policía francesa encontró cerca de la redacción de Charlie Hebdo el carnet de identidad de Said Kouachi, uno de los presuntos agresores, algo que me resulta rarísimo.
Sumado a estos hechos que son, al menos, sospechosos, el modus operandi de los agresores permite pensar que no se trató de un atentado yihadista normal. No obstante, se estableció que la masacre había sido en venganza de Mahoma, que se trata de un atentado yihadista, que estamos en presencia de una nueva página de la guerra impuesta por los radicales musulmanes. Automáticamente todos los medios se hacen eco de esa presunción. Millones de cuentas en las redes sociales repiten, comparten, retuitéan. Una presunción repetida mil veces se transforma en una verdad absoluta. Marine Le Pen sugiere la pena de muerte en Francia. La palabra terrorismo se viraliza. Otra vez.
El miedo no permite pensar con naturalidad a las mentes lúcidas, no es difícil imaginar lo que produce en las mentes débiles.

En España el escritor y periodista Juan Soto Ivars escribe este artículo. La prosa de Soto Ivars tiene cierta belleza. Sin embargo se precipita, ya sea porque es esclavo de la inmediatez, porque los sentimientos lo traicionan, porque no quiere o no sabe analizar el fondo de la situación. Habla en su artículo de la superioridad de Occidente no sobre los musulmanes sino sobre todo lo demás. Soto Ivars separa, binariza. Y se aferra a su pertenencia, a nuestra pertenencia a ¿esta raza, credo, nivel cultural, ubicación geográfica? No lo sé. Por oposición, del otro lado están los terroristas. Y por su binarización del otro lado queda el pueblo musulmán, que no tiene acceso al don de discernir, que no ha sido ilustrado, que es ignorante. Todo lo demás, todo lo que no es Occidente queda al otro lado. ¿Al otro lado de qué? ¿De los fusiles Kaláshnikov?
¿Qué es Occidente Soto Ivars? ¿Es Occidente mi padre o yo mismo que nacimos al oeste del conurbano bonaerense? ¿Al oeste de qué? ¿José María Aznar es Occidente? ¿Los Estados Unidos y su política imperialista, asesina, financista y promotora de guerras civiles lo es?
¿Quién es realmente ese enemigo de Occidente? No basta con proclamarse occidental y decir que Occidente es superior porque los que vivimos de este lado tenemos la libertad de decir que Occidente es una mierda. ¿Tenemos esa libertad? ¿La tuvo o la tiene el presidente de la Red Voltaire, Thierry Meyssan, exiliado en Siria y cuya página web fue censurada en Francia? ¿La tiene en España el humorista Facu Díaz?
Aunque se confirmara que los tres agresores de la sede de Charlie Hebdo eran musulmanes, yihadistas, miembros de Al Qaeda, ¿podemos asegurar quiénes son los autores intelectuales del atentado y cuáles fueron los motivos reales para llevarlo a cabo? ¿Podemos asegurar que los planificadores están del lado contrario a Occidente?
¿No es la actual situación propicia, también, para los intereses de quienes quieren fomentar confrontaciones civiles en Francia? ¿Es tanto o más descabellado que pensar en este atentado como una venganza en el nombre de Mahoma creer que en un mapa global la guerra económica entre Estados Unidos y Rusia plantea batallas solapadas, una de ellas en Francia con los francesces como conejitos de prueba y el resto del mundo como espectadores manipulables?
Gonzalo Garcés decía ayer que los que se separan y dicen Yo no soy Charlie, los que acusan de hacerle el juego a la extrema derecha a quienes nos identificamos con Charlie Hebdo y condenamos el atentado se equivocan, justifican el atentado y, además, tienen ahora su representante en Jean-Marie Le Pen. Estoy de acuerdo con él, relativizan y justifican a medias las muertes. Justificar a medias es justificar. Sin embargo, sigo pensando que los atentados le hacen el juego a la extrema derecha y al Poder. Condenar los atentados no me impide ver que los únicos satisfechos con esta coyuntura no son los heridos espíritus de los seguidores radicales que matan en el nombre de Alá.
También pienso que hay, al menos, dos tipos de comunicadores que le hacen el juego a la extrema derecha: los que cobran un sueldo, directa o indirectamente, de la extrema derecha y hacen el juego porque es su trabajo y los que entran en ese juego, como escribí más arriba, cautivos de la inmediatez, traicionados por sus sentimientos o por simple miopía.

Tengo claro a quién condeno, tengo un montón de preguntas y sólo me queda una certeza, la que le da el título a este texto.


02 enero 2015

La vida en bloques

Hace ya diez años que vivo en edificios, con gente coexistiendo arriba, bajo mis pies o a mis costados, paredes precarias de por medio. Las paredes del edificio en el que vivo ahora son las más permeables de todas entre las que me tocó vivir. Da la sensación de que, en el momento de construir el bloque, hubieran separado tres cuartas partes del presupuesto para gastárselo en cualquier otra cosa. Durante meses, en casa escuchábamos un golpeo constante que nos desconcertaba, a ritmo de tambor el sonido viajaba de un lado a otro, subía y bajaba por los respiraderos sin dar pistas certeras sobre su origen. Susana, la portera de nuestro edificio, un día nos desasnó: abajo funciona una carnicería industrial. De lunes a viernes, desde la mañana hasta la noche, hay alguien que golpea carne con una masa de madera, sin falta, religioso. A regañadientes, no nos quedó otra, nos acostumbramos a ese hilo (grueso) musical de fondo.
Los vecinos lindantes con nuestro salón son nuevos. Son, creo, centroamericanos. Si tuviera que jugármela diría que de República Dominicana, aunque no descarto que sean latinos de los Estados Unidos. Son jóvenes, tienen un bebé y un niño pequeño, se los oye coger bastante (digamos que andan en la media latina) y se podría decir que son los menos ruidosos. O aquellos cuyos ruidos menos nos afectan. Hay que decir que el hecho de tener nosotros un bebé nos iguala y nos hace, en cierta forma, empatizar. En nuestro dormitorio la débil frontera nos separa de un matrimonio cuarentón y su hija pre-adolescente. Y su perro. Apenas llegaron (también son nuevos) dejaban solo durante horas a su perro. El animal aullaba y nosotros, además de cagarnos en todo, nos imaginábamos a una fiera grande, triste y abandonada. Con el tiempo cesaron los aullidos, o bien no volvieron a dejarlo solo o simplemente el bicho se acostumbró. El perro, lo descubrimos con una sonrisa, es de tamaño mediano tirando a enano. Sin los aullidos estos vecinos pasaron a ser, al menos en lo que se refiere a ruidos molestos, casi inofensivos. Su presencia se hace notar sobre todo los fines de semana, se escucha su música y sus voces fuertes. Nosotros, nos encanta develar la procedencia de nuestros vecinos, pensábamos que eran ucranianos o armenios. Esta mañana nos despertó la música ucraniana o armenia. Juro que lo primero que pensé fue que se trataba de un pasodoble o algo así. Qué integrados, me dije. Pero después dudé, entonces decidí introducir la tecnología en nuestras ecuaciones de elucubración acerca del origen de las personas. Me bajé la aplicación correspondiente y acerqué el móvil al cartón que divide nuestra intimidad de las otras. Adriana Antoni era la intérprete, nacida en 1975, en Lugoj, Rumania.
Los de arriba son los vecinos a cuyos ruidos más me cuesta encontrarle el punto simpático, la parte que me haga reír y que me saque del derrotero de pensamientos que me llevan, indefectiblemente, al pensamiento final en el que yo contemplo la muerte de los vecinos de arriba, la contemplo y la celebro (sólo para llevarles la contraria) en silencio.
En el caso de ellos no me importa su procedencia, por mí pueden ser de Colombia o de Túnez, lo importante es que se muden. Los ruidos se suceden durante todo el día, pero los ruidos diurnos no están penados por las reglas de convivencia, así que agua y ajo.
Muchas veces los ruidos son nocturnos, pero sólo tuve que subir dos veces a tocarles el timbre, procuré en ambas que fueran el último recurso, de hecho lo decidí cuando el ruido y la desconsideración pasaron el límite establecido por el sentido común, por lo menos el común europeo.
La última de ese par de veces fue hace unas semanas. Era casi medianoche, mi hija dormía con la fragilidad de las primeras horas de sueño. El vecino de arriba serruchaba y martillaba. Subí a pedirle que por favor parara. Me atendió la madre de dos niños, una chica joven tunecina o colombiana que me dijo que cuando mi hija lloraba ella no me decía nada.
Por fortuna, todas las habitaciones de mi casa (salvo el baño, faltaba más) tienen ventanas al exterior, por lo que, cuando me siento demasiado invadido en la propia intimidad de mi casa por la actividad ruidosa de mis vecinos, tengo la opción de asomar medio cuerpo por alguna de ellas y respirar el ruido público de la calle, buscar en él refugio del infierno del hogar.