"Tal vez el Edén, como lo quieren por ahí, sea la proyección mitopoyética de los buenos ratos fetales que perviven en el inconsciente. " Así habló Cortázar.

27 junio 2015

El país de los arcos cerrados



A los jugadores argentinos se les niega el gol de una manera tan tozuda que a medida que pasan los minutos el arco rival (que mide como todos: más de 7 metros de ancho por casi 2 metros y medio de alto) se hace más chiquito. Cada vez, desesperadamente, más chiquito. 
Ayer Argentina jugó un buen partido contra Colombia, no coincido con que haya sido el mejor de la era Martino. Creo que el mejor fue contra Paraguay. De todos modos la arenga del entrenador antes de los penales es valedera: “…jugamos contra un cuartofinalista del mundial y no nos patearon al arco“. La buena actuación argentina se combinó con una decepcionante, lamentable labor del equipo colombiano. Hasta indignante, diría. El rival de cuartos de final fue el que menos llegó al área argentina, el que más pegó (más que Uruguay) y el que más espacios libres les dejó a nuestros delanteros (mucho más que Jamaica). Colombia no solo no remató al arco de Romero (el débil cabezazo de Ibarbo en el minuto 66 no califica), el equipo de Pékerman le pegó a los argentinos con una torpeza y una falta de profesionalidad tales que me cuesta encontrar en la memoria semejante mamarracho. Hay que remontarse a los coreanos castigando a Maradona en el 86, a los nigerianos levantando por el aire a Caniggia en el 94. Lo cual deja en peor situación al equipo de Pékerman porque ni Corea ni Nigeria tenían con qué, lo que justificaba la adopción de ese sistema de fútbol: el no fútbol. Por eso, que una selección como la colombiana se plante tan anti-fútbol con el material con el que cuenta es lamentable.


Pero volvamos a la selección Argentina y sus problemas con el arco, con el ancho de los palos que, aunque parezcan trucados, miden las 4 pulgadas que marca el reglamento.
 Messi continúa contrariado, la cara se le va transformando con el correr de los minutos hasta casi descolocársele. No lo puede creer, se agarra la cabeza, piensa que ésa es igual a aquella que en el Camp Nou entra. La pelota le queda ahí, ya está, se rompe la racha… Pero aparece un pie rival y la desvía o lo desestabiliza. El asunto es que no entra. O aparece la figura monstruosa de David Ospina, como ayer. Párrafo aparte para el animalito colombiano que defiende el arco del Arsenal inglés.

Queda claro que, aunque los delanteros hagan buenos partidos, si la pelota no entra los números no cierran. A Di María se lo vio ayer bastante impreciso y se lo vio, sobre todo, solo. Argentina vuelca todo su potencial sobre la banda derecha y el desgarbado rosarino termina intentando desbordar o gambetear en soledad. El símbolo de ese problema fue una jugada del segundo tiempo en la que avanzó 50 metros a toda velocidad, frenó, retrocedió 35 metros por el mismo surco que había formado y terminó la jugada cediéndosela a Romero.


El mejor argentino ayer fue Pablo Zabaleta que jugó un partido inmenso, junto con Messi, claro, que, perdonen la obviedad, es interminablemente distinto.
 Garay jugó su peor partido desde que está en la selección, inseguro, impreciso, Pekerman dio cuenta de esto y en el segundo tiempo mandó a sus delanteros a apurarlo, pero ayer Colombia no podía hacerle daño (futbolístico, claro) a nadie. 

Carlos Tevez, los minutos que jugó, fue intrascendente. Todavía Martino no le dio su chance, por lo tanto no se lo puede evaluar. Sin embargo, hay en la prensa y en el espectador argentino una necesidad galopante de erigirlo al Apache en ídolo y símbolo de esta selección. Pateó su penal y lo convirtió, sí, igual que Messi, Garay, Banega y Lavezzi y con menor precisión y más suspenso que estos cuatro. No tengo nada contra Tevez, al contrario, me parece un buen elemento, pero no inventemos. Porque a fin de cuentas todo ayer terminó dependiendo de que el gigante Ospina no se quedara parado esperando el remate de Tevez en el medio del arco. Porque si Muriel y Murillo no la tiraban a las Islas Galápagos, el próximo martes la semifinal la jugaba un equipo amarrete con un solo gol convertido en todo el torneo.
Se viene Brasil o se viene Paraguay, es igual. En estos torneos si se pretende ser campeón no hay que ganarle a todos pero sí hay que ganarle a cualquiera. Veremos si Argentina descifra la fórmula, encuentra la llave que le abre los arcos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios