"Tal vez el Edén, como lo quieren por ahí, sea la proyección mitopoyética de los buenos ratos fetales que perviven en el inconsciente. " Así habló Cortázar.

10 enero 2011

Como un sueño bueno y viejo.

Me despierto una tarde, que es de hoy, que parece de hace veinte años, cuando era otro.
Al instante se apuran unas lágrimas que recorren mis mejillas. En estos dias, como en aquellos, el sollozo y la conmoción afloran en mí con facilidad. Antes lo ocultaba con éxito, merced a lo asiduo de ese accidente, reacción natural ante ese sentir, en esa edad.
Hoy dejo que fluya sin más, con todo. Aprendiz de heridas que así, sangraron más y cicatrizaron mejor.
Presa de un presagio acepto esa mueca, limpio mi cuerpo con aguas tibias y lo cubro de ropas muy usadas. Y marcho consciente, en búsqueda de algo que desconozco, algo que reconoceré de seguro.
Al llegar me descubro en buenas formas de ánimo, mi pulso es normal, aunque más holgado, como si el corazón se asomase a la superficie, en contacto con la piel. Sonrío para mí y entro. Cuando te veo, mi sonrisa sigue ahi, pero no está intacta, ahora es menor, la recubre una leve sombra agria, una sensación incierta y temerosa que dura sólo unos instantes, hasta que me encuentro con tu sonrisa.
Mis labios rozan tu mejilla en un segundo eterno. Y ahí el olfato y el tacto y los miles de sentidos se uniforman y me trasladan. Tiempo y espacio se hacen añicos para ceder a un híbrido desconocido que me sorprende porque me abraza como si viviese en él desde siempre. Decido entonces aferrarme a ese instante y observo mis recuerdos:
Veo el árbol de moras en el parque a la salida del colegio. Camino el sendero cargado de ilusiones grandes como mochilas de colores chillones. Sigo. Me envuelve el aroma de la inocencia, de la simplesa, de mis miedos, recuerdo que me dolían. Me duelen otra vez. Me alojo cerca de la tapia de cemento frío y rugoso, reconozco el portal de Darragueira. Por unos instantes estoy perplejo, te busco intranquilo hasta que te encuentro y tus ojos me seducen otra vez, me serenan y nos sentamos. Te sujeto de las manos buscando en ellas el valor para decirte. Te declaro mi amor cobarde, acobardado. Veo que quiero saber tus respuestas, sin embargo nada te he preguntado. Quiero conocer la expresión de tu cara ante mis palabras torpes. Descubro que ese amor es el más lindo que nunca tuve, acaso por eso mismo, porque nunca fue. Una planta que sólo germinó y ahí se detuvo en la juventud más mínima, petrificado, todo ese tiempo inmune a crecer y a marchitarse, no obstante existiendo. Ese amor de niñez invernó, ajeno a los cuerpos, a los inviernos y a todo lo ocurrido. De repente doy cuenta de que te lo he dicho y ese hecho me libera y se lleva con él la magia. Como un hechizo que caduca, mi sueño se esfuma y vuelvo. Todos volvemos a estar ahí. El espacio y el tiempo vuelven a transcurrir con normalidad.






2 comentarios:

  1. cabeza... ha descubierto que la mejor palabra, la que nunca se marchita es la que no se dice más que con los ojos?

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  2. Rezuma vargallosismo por todos los poros...que miedo da esa nueva voracidad tuya de conocimiento literario!!!
    hermosa: " ..cargado de ilusiones grandes como mochilas de colores chillones"

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Comentarios