"Tal vez el Edén, como lo quieren por ahí, sea la proyección mitopoyética de los buenos ratos fetales que perviven en el inconsciente. " Así habló Cortázar.

08 mayo 2012

El Hornero que habita en el metro cuadrado del 134, que va de Caballito a Avellaneda

Tengo en Facebook un contacto que es inversamente proporcional a mí, ¿cómo es esto? Bueno, es bastante más sencillo de como suena, Julieta, así se llama, vive en Buenos Aires y tiene como origen Barcelona.
La última vez que interactuamos fue cuando yo actualicé mi estado quejándome, sufriendo como una carmelita mi nostalgia, la excusa eran los nidos de Hornero, y el Hornero en sí, que en mi barrio abundan y en mi nuevo barrio no existen, pero en realidad sufría yo por la añoranza en general, no por el ave en particular, tango puro y duro, a lo que Peter de Vries me hubiera respondido, fumando pipa: "La nostalgia ya no es lo que era".
En fin, esta mañana volvimos a charlar con Julieta porque ella actualizó su estado curiosa por las "conversaciones cruzadas en el metro cuadrado en movimiento", haciendo referencia a la charla entre dos pibes a metros (o a un metro) de ella en el colectivo 134 que va de Caballito a Avellaneda, la charla en movimiento versaba sobre cómo a uno de los pibes lo choreaban cada vez que iba al barrio del otro pibe, y yo de inmediato me puse a pensar en la charla inversamente proporcional que Julieta debía estar extrañando de Barcelona allá en Buenos Aires, pensé sobre qué se charla aquí en los maratónicos trayectos de los colectivos y cuando intenté mentar grandes recorridos de buses el único que se me ocurrió fue el 92, que da tremenda vuelta entre el Paseo Marítimo y la estación de Gracia, es decir un recorrido que nadie haría en su totalidad por necesidad sino más bien sólo para hacer turismo barato, ya que el 92 (por la módica suma de un euro y pico) hace un viaje muy parecido al del Bus Turístic (que cuesta 17 euracos). Es decir que intentaba yo buscar el punto de nostalgia barcelonés inherente a los largos trayectos en los medios de transporte, exploraba y me inventaba paralelismos inversamente proporcionales escarbando en mis recuerdos de manera proporcionalmente directa en ellos. Extrañaba de Buenos Aires la hora y media en la que tranquilamente puede leerse una novela corta o un cuento largo desde Chacarita a Villa Adelina, pero no por hacer turismo por el norte de la Ciudad y del Gran Buenos Aires, sino por ir del trabajo a casa. Y como muchas veces pasa con la nostalgia, a la que en su momento me atreví a llamar Animal mutante y maldito y astuto, se añora con una sonrisa en el recuerdo aquello que en su momento fue una gran cagada, porque créanme que cuando uno va a mitad de camino del bondi 71 tiene que ir acomodándose los riñones y preparando un marcador para, cuando termine el viaje, volver a trazarse la raya del culo. No se echa de menos de Buenos Aires aspectos que la embellezcan particularmente o que la hagan una ciudad ágil, sino justamente lo contrario. Es como extrañar ir a la cancha de Platense y que te caguen a piedrazos, no está bueno, y de hecho es peligroso el silbido de las piedras muy cerca de tus oídos, pero es lo que tiene este bicho. Por eso cuando intenté recordar conversaciones cruzadas en el metro cuadrado en movimiento directamente proporcionales a mi nostalgia no pude refrescar ninguna en particular, pero viajaron hacia mí horas y horas y horas de bondis, de horneros, de bondis como horneros.

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